lunes, 23 de mayo de 2011

Avellaneda, la calle de la ropa que mezcla Once y La Salada

La Razon online, 31 de enero de 2011

Justo en el límite entre Flores y Floresta, este polo textil compite fuerte con las grandes ferias. Ya hay más de 1.600 locales que apuntan a un público que no busca marca, sino precio. Alquileres, como en las mejores zonas.
El centro comercial de la avenida Avellaneda crece sin parar. Bah, de hecho poco quedó de ese grupo de negocios que se instalaron hace décadas en un tramo de Avellaneda entre Nazca y Cuenca. Hoy, el boom de la ropa y los precios realmente de oferta hicieron de este espacio una mega feria comercial que compite fuerte con Once e incluso La Salada.

Los tentáculos del consumo extendieron las vidrieras a calles como Campana, Concordia, Bogotá, Lamarca, Morón y Aranguren, entre otras. Y llevaron los precios de los alquileres a valores incluso más caros que los que se pagan en las mejores avenidas de la Ciudad. Las inmobiliarias que conocen la zona destacan que el nivel de ocupación es de 100% y que hay lista de espera de comerciantes ansiosos por encontrar su lugar. Claro, el valor de la llave cuesta 200 mil dólares promedio, más allá del precio de la locación. Según cifras de la zona, allí ya hay instalados más de 1.600 locales.
Pero la rentabilidad es muy alta. Lugar liderado comercialmente por empresarios de las colectividades coreana y boliviana, tuvo una explosión en los últimos años. De lunes a viernes, los negocios venden al por mayor a revendedores y pequeños comerciantes de otros polos textiles (en general más de cuatro o cinco unidades por prenda). Y los sábados se produce la explosión minorista. A diferencia de otros lugares, el dinero en efectivo es la estrella del polo textil. Todo cash. Es difícil encontrar comercios que acepten tarjetas o que, con el dinero plástico, mantengan los precios de oferta.

En este punto, los valores son muy diferentes a los que suelen verse en cualquier negocio. En Avellaneda, se puede conseguir un jean por $50, remeras desde los $10 y vestidos por sólo $30 y $40. Como para no caer en la tentación...

La calle Avellaneda desplaza a Once como polo textil porteño

La Nación, Lunes 04 de enero de 2010
En menos de una década, el polo textil de la avenida Avellaneda cambió de nombre. Hasta hace unos años, la zona era conocida entre los empresarios y comerciantes del rubro como "5 y medio" porque era la mitad del barrio de Once. Ahora le dicen 22. "Por superficie, cantidad de comercios y ventas, ya somos el doble de Once", se jacta Rubén Helouani, un empresario de la zona que durante años presidió la Cámara Empresaria de Avenida Avellaneda y Adyacencias.
Justo en el límite entre los barrios de Flores y Floresta, hoy la zona reúne a más de 1600 comercios de fabricación y venta de ropa -para tener un punto de comparación hay que tener en cuenta que el shopping Unicenter tiene 300 locales- y los precios de alquiler y venta de los locales ya compiten de igual a igual con las arterias comerciales más importantes de la ciudad, como la calle Florida y la avenida Santa Fe.
Inicialmente, el polo se extendía a lo largo de tres cuadras de la avenida Avellaneda entre Nazca y Cuenca, pero a medida que la zona se popularizó los comercios fueron avanzando por Avellaneda hasta la plaza Vélez Sarsfield y también sobre las calles paralelas, como Aranguren, Morón, Bacacay y Bogotá, y perpendiculares, como Concordia, Campana y Lamarca.
Los comerciantes más antiguos del barrio explican que la zona comenzó a crecer comercialmente a fines de los 70, pero destacan que la mayor explosión se dio en los últimos cuatro años, lo que coincidió con la llegada de una nueva ola de inversiones y la apertura de talleres y comercios, liderada por empresarios de las colectividades coreana y boliviana.
"En los últimos años, la zona vivió un crecimiento espectacular. Se fueron vendiendo la mayoría de las casas y los PH del barrio para reconvertirlos en talleres y en negocios, y se multiplicaron las galerías y los paseos de compra. Esta transformación fue liderada primero por los coreanos y en el último tiempo por los bolivianos, lo que habla a las claras de la movilidad social que sigue teniendo la industria textil. La mayoría de los bolivianos comenzaron trabajando en pequeños talleres, y se fueron independizando y montando su propias marcas", explica Pedro Bergaglio, dueño de la fábrica de suéteres Tricofix y presidente de la Fundación Pro Tejer.
El crecimiento de la zona se dio básicamente de la mano de los locales de ropa, aunque en los últimos años también se sumaron nuevas propuestas. "Junto con los talleres y locales de ropa, fueron apareciendo negocios de mayoristas de telas y de proveedores de avíos [hebillas, etiquetas, botones, etcétera] para los casas de ropa. También hay un efecto secundario en calles cercanas, donde se multiplicaron los depósitos para los negocios más grandes", explicó Helouani.
La integración vertical, a su vez, también juega un papel clave en el éxito comercial del polo. "Una de las razones del éxito de los negocios de Avellaneda es que operan just in time, lo que les permite trabajar con stocks muy bajos y reaccionar rápido ante la demanda de un producto. Un día a la mañana compran tela y en 48 horas ya tienen el producto en la calle", señaló Bergaglio.
Como si se tratara de una isla, la crisis no llegó a la zona. El mayor polo textil mantuvo su ritmo de crecimiento y los operadores inmobiliarios aseguran que la demanda de los locales se mantuvo en alza durante todo el año, aun cuando en otros puntos de la ciudad se multiplicaban los negocios con el cartel "en alquiler".
"Acá no hubo ninguna crisis. En las renegociaciones de los contratos, no hubo bajas de precios y la tasa de ocupación sigue siendo del ciento por ciento. Prácticamente, no hay renovación de inquilinos porque nadie se va y, cuando se produce un hueco, tenemos lista de espera de comerciantes que buscan alquilar", explicó Juan Pablo Marrocchi, socio de la inmobiliaria Nexo Propiedades.

Precios medios y bajos
Los precios de la zona también dan cuenta de la fortaleza de la demanda: por pequeños, pero bien ubicados locales sobre la avenida Avellaneda se está pidiendo más de un millón de dólares.
En el caso de los alquileres, las cifras en juego también son propias de los barrios más cotizados de la ciudad y los dueños de los comercios están pidiendo valores de llave para alquilar un local que no bajan de 120.000 o 150.000 dólares.
El polo textil igualmente no es apto para cualquier marca y está muy focalizado en el segmento de precios medios y bajos. "Las grandes marcas nunca pudieron entrar, porque acá la gente no viene a buscar un vaquero de $ 100 y no quiere pagar más de 30 o 40 pesos por una prenda", explica Marcelo Listingart, dueño de la inmobiliaria Marcelo Propiedades.
El camino inverso, sin embargo, ya lo emprendieron algunas marcas, como Scombro Jeans, que se hizo fuerte en Avellaneda y hoy está presente con locales propios en Unicenter, Palermo Soho y la avenida Cabildo, en Belgrano. En voz baja, los comerciantes de zonas mucho más distinguidas como San Isidro reconocen que sus boutiques se abastecen de prendas made in Avellaneda y las venden a precios que multiplican por tres o por cuatro a los que se consiguen en Floresta.
Claves para comprar

  • Lo que ves es lo que hay. En la mayoría de los casos, no es necesario entrar en un comercio, porque lo mejor está exhibido en las vidrieras.

  • Cash is king. El efectivo es el rey y son contados los locales que aceptan tarjetas de débito o de crédito.

  • El nivel de falsificación es bajo, aunque, sí, proliferan las imitaciones y los productos inspirados en marcas famosas, como All Sport, Quickhash o Vitamina.

  • El día de los minoristas es el sábado y, durante la semana, muchos locales sólo venden al por mayor (partiendo de cuatro o cinco prendas).

  • Niños y mujeres primero. La propuesta de la zona es muy variada (hasta hay locales especializados en gorras), aunque la ropa para chicas y la indumentaria femenina lideran, por lejos, la oferta.

La Calle de la Ropa

Página 12, Domingo, 3 de febrero de 2008
Entre los barrios porteños de Flores y Floresta, a lo largo de casi 13 cuadras de la avenida Avellaneda se encuentra el que es hoy uno de los centros mayoristas de indumentaria más grandes e importantes del país. Cuando la crisis pasaba por el momento más profundo en 2002, uno de los pocos sectores que mostraba ciertas mejorías eran las zonas comerciales. La cadena de valor de la industria textil y de la indumentaria, con un tipo de cambio alto y relativa estabilidad macroeconómica, inició rápidamente un proceso de sustitución de importaciones, convirtiéndose en una de las primeras ramas industriales en mostrar signos positivos.
Los límites desde la avenida Nazca hasta la plaza Vélez Sarsfield, por el eje central de Avellaneda con varias arterias activas en las calles paralelas y adyacentes, es una especie de Little Once, concentrado y especializado. Sobre Avellaneda se encuentran los locales dedicados a la venta de indumentaria. Sólo a lo largo de las cinco cuadras principales el eje comercial tiene 305 locales más que el Shopping Abasto o el Alto Palermo, que alojan a menos de 250 marcas cada uno. La antigua configuración del barrio ha desaparecido para convertirse en un destacado polo comercial e industrial, donde el 80 por ciento de los locales son a su vez fabricantes, que reciben diariamente miles de clientes que llegan desde todo el país en “tours comerciales”. Tentados por importantes ofertas para construir locales, muchos vecinos han vendido sus casas que ahora son locales, talleres o depósitos. Las últimas operaciones han superado el millón de dólares.

La colectividad judía, fundadora del centro, ha sido desplazada en parte por la crisis y por la presencia cada vez más fuerte y establecida de la comunidad coreana. Entre el 2003 y el 2005 la tasa de ocupación del eje comercial Avellaneda pasó del 88,6 al 98,3 por ciento, convirtiéndose en una de las zonas más dinámicas de las que releva el Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (Cedem). En febrero de 2003 la ocupación estaba por debajo del 90 por ciento, y sólo cuatro meses después había crecido más de siete puntos. En los últimos dos años esta tasa, que representa la cantidad de locales ocupados sólo sobre la avenida, se estabilizó en el elevado nivel del 97 por ciento.
El relevamiento realizado por el Cedem y el que hace la Fundación Estado, Trabajo y Producción no abarca la totalidad del eje, sino que se concentra en las principales seis cuadras de la zona. Caminando por el barrio no es extraño cruzarse con casas que están siendo demolidas para construir nuevos locales, fuera del sector más importante. La opinión de las inmobiliarias sobre el horizonte de expansión de Avellaneda es variada. Mientras que algunos esperan, y apuestan, a que se extienda hasta Segurola, en Floresta otros como Fabián Spampinato, titular de Alfi’e, señala que “es difícil que siga creciendo por Avellaneda, la gente no camina tanto, lo que sí está sucediendo es el desarrollo de las arterias”.
El eje nació en los años ’70 con cinco negocios mayoristas de blanquería y en los ’80 se conformaron lo que son las cuatro cuadras centrales, de Nazca hasta Cuenca. “Para esa época tuvo lugar la irrupción de las laterales, las que cortan y las paralelas, pero muy poquito, no llegaba a una cuadra. Ya en 1995 otro boom hizo que se llegara hasta Concordia y se completó la primera cuadra lateral y empezó a poblarse la segunda, que para fines de los ’90 estarían totalmente ocupadas. Lo mismo sucedió con las paralelas para ambos lados, primero fueron Bogotá y Aranguren y en estos últimos años la segunda paralela se vendió toda, y se extendió hasta la plaza Vélez Sarsfield”, señaló a Cash Rubén Helouani, contador y ex presidente de la Cámara Empresaria de Avenida Avellaneda y Adyacencias. En las calles que rodean la avenida se ubican los talleristas, las blanquerías y mercerías, así como los locales de venta de telas por mayor, que son en su mayoría proveedores de los fabricantes.
En 1980 había sólo 10 locales instalados, hoy en las cinco cuadras centrales hay más de 300. “A partir de los ’80 esto comenzó a crecer, y llegó a su punto máximo con la hiperinflación del ’89. Después tuvo sus altibajos en la década del ’90, pero siempre con un ritmo expansivo. Ni la crisis de 2001 pudo detener el auge que, después de un breve bajón, comenzó a repuntar como nunca antes, y ahora es el mejor momento de la zona”, explicó a este suplemento Spampinato.

La avenida de las ofertas que no para de crecer

Diario Clarin, 29 de marzo de 2003
Entre los barrios de Flores y Floresta, la avenida Avellaneda no para de crecer. "La calle de la ropa" —como la llaman los vecinos— se sigue "estirando". Hace cuatro años, los locales se agrupaban a lo largo de 5 cuadras. Ahora ocupan 10 y van por más. Desde Terrada hasta Joaquín V. González se ofrece ropa de mujer, de niños, de hombres, uniformes escolares y lencería a precios de fábrica. Además, el paseo de compras ya se extendió a otras calles vecinas a la avenida Avellaneda. En total, hay más de mil locales.
El movimiento comercial es tan intenso que el tránsito se convirtió en un caos. Sobre todo en la calle Aranguren, la paralela a Avellaneda, que reúne a fabricantes y mayoristas. A toda hora hay camiones que descargan mercadería y encontrar un hueco para estacionar el auto es un verdadero milagro en estas veredas donde la gente va de compras con changuitos o valijas con rueditas.

Para organizar el recorrido y no marearse en el intento, conviene tener en cuenta algunos datos. Como siempre fue una zona mayorista, muchos negocios conservan todavía el cartel "Sólo ventas por mayor". Pero el 80 % suele abrir las puertas a clientes minoristas. Y hasta les ofrecen precios especiales por compras de seis prendas después del mediodía. Este es el mejor momento para ir, ya que la "ola" de gente que llega en micros desde el interior está pegando la vuelta. Los viernes y sábados (hasta las 14), en cambio, están dedicados especialmente para los que sólo quieren uno o dos artículos.

Si bien no hay negocios agrupados por rubros, es bueno saber que la ropa para jóvenes y adolescentes se concentra en la calle Helguera, entre Aranguren y Bogotá. Aquí los jeans se consiguen por $ 30 y las polleras de corderoy por $ 25. Los negocios que venden ropa de bebés, mayoritariamente se ubican sobre Avellaneda, entre el 3200 y el 3300, y sobre Aranguren al 3300. Los vestidos de fiesta se exhiben sobre Avellaneda al 2900.

Para evitar dar vueltas por la zona con el auto y perder tiempo, los estacionamientos ($2 la hora) están en Campana y Aranguren; Concordia y Avellaneda; y Bogotá y Cuenca. La revista Oportunidades, una guía completa con las ofertas de la zona, se obtiene gratuitamente en la mayoría de los locales.

"Yo siempre hago mis compras acá: me conviene por el precio. Esta es buena época para conseguir la ropa del colegio y de gimnasia", dice Marisa Díaz, una vecina de Colegiales, mamá de cuatro chicos. Calculadora en mano, se decide por varios pantalones jogging y buzos polares. "Ahora que llega el invierno resuelvo ocho prendas indispensables con $ 90. Y como los cuellos de pólar están baratos ( a $1,50) completo el equipo. No está mal"

Susana Cosentini, también saca cuentas, pero para abastecer a casi todo un barrio. Vive en Pehuajó y viaja una vez por mes con su valija de rueditas a cuestas. Camina ida y vuelta las 10 cuadras de la avenida y se lleva lo que sus clientas se probarán en el living de su casa. Elige varios sacos de lana con botones por $ 14.90, camisetas estampadas por $ 11 y carteras de cuero ecológico por $ 4.

"Es más ordenado y más limpio que el Once", señala Lidia Pini, una recepcionista que acostumbraba hacer sus compras allí. A su lado, una mujer coqueta comenta que hace un tiempo solía recorrer los shoppings, pero "ahora todo está carísimo. Acá encuentro lo mismo a un 50 % más barato", dice frente a una casa de lencería erótica, ubicada sobre la calle Concordia.

"La gente se empezó a dar cuenta que en esta zona se consiguen mejores precio. Además, en diez cuadras encuentran de todo", se agranda Fabio Korenblau, el dueño de un local de bijouterie que hace 11 años importaba la mayoría de sus productos y hoy se anima a fabricar.

El dato no es menor. La industria textil nacional fue una de las que más creció en los últimos meses debido al proceso de sustitución de importaciones. "Hay reactivación, lo que falta es inversión industrial", agrega Korenblau, que vende bufandas por $ 3, aros por $ 1,50 y fajas elásticas por $ 2,50. Como en los buenos viejos tiempos, en varias vidrieras ya aparecen cartelitos donde se puede leer: "Se necesita tallerista", "Se necesita bordadora", "Se necesita vendedora con experiencia".

Yomi Martin es una de las tantas integrantes de la comunidad coreana que se instaló en el barrio hace 20 años. Se casó con un argentino y tiene una fábrica de suéteres donde trabaja toda su familia. "Acá está el centro de producción textil más grande del país, de donde sale ropa hacia los principales puntos de venta". "Es la avenida de las ofertas", coinciden los comerciantes. Para encontrarlas sólo hay que caminar, revolver y saber elegir.